Los recuerdos, de aquellos primeros años de vida, se me agolpan sin un orden claro en mi memoria, la importancia de mi entorno aún residía en la familia y en los juegos infantiles vigilados por los próceres, la curiosidad se veía saciada a pocos metros de la casa familiar dándole tres patadas a una pelota, en el mejor de los casos con un vecino de la misma quinta, y sino con algún hermano o hermana. No obstante, en un mundo imaginario reproducido con una caja de zapatos, una maceta con una palmera de plástico y cuatro o cinco figuras, del mismo material, de indios y vaqueros, la soledad era muy bien venida.
Seguramente vivir " a las afueras del pueblo " de Alar del Rey, da una perspectiva diferente a un niño de siete u ocho años que tenía que traspasar dos fronteras importantes, el Puente de las Monjas y la carretera Nacional 611, Palencia-Santander, para llegar o salir de casa. Corrían los años 1970 o 1971. Convertir esta "aventura" en ruta y rutina, sólo necesitó de un par de años más en mi corta existencia, pero es en estos años donde, a modo de flash, hay imágenes algo difusas que se proyectan en mis recuerdos: las calles anchas muy anchas, hoy siguen siendo enormes, no era una percepción infantil; muchísima gente, pandillas de mozos y mozas; mucha actividad, carretillos llenos de no sé qué empujados por sus dueños; olor a galleta, La Palacios y La Siro (con eslóganes simples: "Si comes galletas Palacios andas como un lacio y si comes galletas Siro caminas como un tiro"); cubas y odres de vino a la puerta del almacén de Páramo; el taller de bicicletas, Baltierra; escaparates de zapatos, La Transi y José María; confecciones de la Sra. Irene y el Soriano; ultramarinos Coren, La Jesusa y Gamazo, con un olor a especias, bacalao en salmuera y arenques en vinagre ; ferretería Escalada, Bonis; mercería Las Barsenas; Carnicería la Higiénica de Delfino Medrano; etcétera, etcétera, etcétera. Todo esto, de infraestructura fija, se complementaba en aquellos años con importantes ferias, como la del día del Ángel, donde todo el pueblo era ocupado por ganaderos, hortelanos y comerciantes ambulantes en general que vendía, compraban e intercambiaban sus mercancías.
El espectro de personajes que desfilaba por aquel entonces en Alar del Rey era muy amplio, supongo que como en otros muchos pueblos, pero esto será objeto, quizás, de otra entrada en el blog,
Es en este marco donde un recuerdo aún se desdibuja más, si cabe y es lógico, por la intermitencia de sus apariciones, el de La Tía Bigotes.
Más nítido, en mi memoria, que estas imágenes que intento reproducir, es el calor protector de la mano de mi padre volviendo de comprar el pan o lo que fuera menester.
Recuerdo a un grupo de mozos, mi padre tendría 31 años por aquel entonces, disparando sus dardos dialécticos, sus envenenadas palabras contra una mujer; ancha de caderas, más bien bajita, con andares peculiares pendulares, con ropajes negros, el mostacho no llego a visualizarlo pero debía de ser importante, y con un verbo aún más afilado que el de quienes la hostigaban, que se defendía de cuantos improperios recibía con un poderío y solvencia que no necesitaba de ayuda alguna. Esta escena, ubicada al lado de la ferretería de "Bonis", ahí la recuerdo vagamente, debe pertenecer a la última etapa del personaje en su paso por Alar.
Procedía de algún pueblo cercano a Mataporquera, seguramente de la antigua provincia de Santander, hoy Cantabria, pero no he conseguido averiguar el nombre del lugar.
Vivía de la caridad La Tía Bigotes, su circuito de nómada de la indigencia estaba trazado siguiendo la ruta de aquellas poblaciones que tenían centro de acogida para mendigos: Villadiego, Herrera de Pisuerga, Alar del Rey, Aguilar de Campoo, Guardo, Mataporquera, etcétera, no obstante su subsistencia dependía de forma importante, también, de la bondad de los vecinos, comerciantes y tenderos en general, que la proveían de lo imprescindible.
Alar del Rey, villa de corte moderno y no sólo por su trazado urbanístico y arquitectónico, contaba con una parroquia que, además de otros servicios, disponía de un lugar donde atender las necesidades más acuciantes de estos pobres de solemnidad. No debía de cubrir este servicio el alojamiento sine die, ya que vivía, La Tía Bigotes, durante el tiempo que duraba su estancia, también debajo del Puente de la Monjas.
Tenía un hijo con alguna deficiencia psíquica que la acompañaba siempre y del que yo había perdido, absolutamente, todo recuerdo. Murió debajo de las ruedas de un camión, eso cuentan, seguramente corriendo detrás de su inseparable pelota.
Gracias a mi querida amiga Alma, a la que una vez comenté la existencia de este personaje, y a su obstinada insistencia e interés de que debía hacer un post en mi blog, me puse a investigar en mi entorno primero, luego indagando en la red tropecé con un foro de fotografías de pueblos, donde encontré esta maravillosa instantánea del hijo de la Tía Bigotes.
La foto cedida, para esta entrada, por este magnífico fotógrafo, Pedro Matías , no tiene desperdicio y cuando la amplié en la pantalla de mi ordenador, mis pulsaciones subieron de manera importante, porque a ese niño-grande lo conocí yo, y mi recuerdo casi llega a visualizar esas manos llenas de sabañones y hasta el color verde de su anorak.
De La Tía Bigotes no volví a saber nunca nada más, seguramente acabó sus días en el entorno de su pueblo, no sé si recordada por alguien. Yo ya había desterrado al personaje de mis recuerdos infantiles, pero me alegro de haberlos recuperado aunque haya sido sólo de manera superficial. Siento no haber podido profundizar más.
Si alguna persona tiene algún dato más, sobre la historia de la Tía Bigotes, estaría encantado de poder completarla.
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(Carnicería La Higiénica) |
Es en este marco donde un recuerdo aún se desdibuja más, si cabe y es lógico, por la intermitencia de sus apariciones, el de La Tía Bigotes.
Más nítido, en mi memoria, que estas imágenes que intento reproducir, es el calor protector de la mano de mi padre volviendo de comprar el pan o lo que fuera menester.
Recuerdo a un grupo de mozos, mi padre tendría 31 años por aquel entonces, disparando sus dardos dialécticos, sus envenenadas palabras contra una mujer; ancha de caderas, más bien bajita, con andares peculiares pendulares, con ropajes negros, el mostacho no llego a visualizarlo pero debía de ser importante, y con un verbo aún más afilado que el de quienes la hostigaban, que se defendía de cuantos improperios recibía con un poderío y solvencia que no necesitaba de ayuda alguna. Esta escena, ubicada al lado de la ferretería de "Bonis", ahí la recuerdo vagamente, debe pertenecer a la última etapa del personaje en su paso por Alar.
Procedía de algún pueblo cercano a Mataporquera, seguramente de la antigua provincia de Santander, hoy Cantabria, pero no he conseguido averiguar el nombre del lugar.
Vivía de la caridad La Tía Bigotes, su circuito de nómada de la indigencia estaba trazado siguiendo la ruta de aquellas poblaciones que tenían centro de acogida para mendigos: Villadiego, Herrera de Pisuerga, Alar del Rey, Aguilar de Campoo, Guardo, Mataporquera, etcétera, no obstante su subsistencia dependía de forma importante, también, de la bondad de los vecinos, comerciantes y tenderos en general, que la proveían de lo imprescindible.
Alar del Rey, villa de corte moderno y no sólo por su trazado urbanístico y arquitectónico, contaba con una parroquia que, además de otros servicios, disponía de un lugar donde atender las necesidades más acuciantes de estos pobres de solemnidad. No debía de cubrir este servicio el alojamiento sine die, ya que vivía, La Tía Bigotes, durante el tiempo que duraba su estancia, también debajo del Puente de la Monjas.
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(Puente de las Monjas) |
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Foto de Pedro Matías |
La foto cedida, para esta entrada, por este magnífico fotógrafo, Pedro Matías , no tiene desperdicio y cuando la amplié en la pantalla de mi ordenador, mis pulsaciones subieron de manera importante, porque a ese niño-grande lo conocí yo, y mi recuerdo casi llega a visualizar esas manos llenas de sabañones y hasta el color verde de su anorak.
De La Tía Bigotes no volví a saber nunca nada más, seguramente acabó sus días en el entorno de su pueblo, no sé si recordada por alguien. Yo ya había desterrado al personaje de mis recuerdos infantiles, pero me alegro de haberlos recuperado aunque haya sido sólo de manera superficial. Siento no haber podido profundizar más.
Si alguna persona tiene algún dato más, sobre la historia de la Tía Bigotes, estaría encantado de poder completarla.
Preciosa entrada,Marce, te creo cuando dices que al ver la foto se te aceleraran las pulsaciones, a mi se me han erizado los hasta los pelos de la cabeza y eso que me quedan pocos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Tejón, siento no haber podido recuperar algo más de esta historia, porque seguro que este personaje daba para mucho. Un fuerte abrazo
EliminarMe encanta, porque aunque no lo haya vivido ni conocido, a través de tus palabras, me da la sensación de que yo también he convivido con la Tía Bigotes e incluso creo haber visitado la carnicería "La Higiénica", aunque en el fondo sé que no lo he hecho... Es lo bueno de tener una imaginación tan poderosa y de contar con amigos tan gráficos en sus descripciones. Genial. Por cierto, gracias, Alma y, sí, digo bien, Alma. Abrazos Marcelino ;-)
ResponderEliminarCuanto me alegro Carzum de que te haya gustado, verdaderamente para mi ha sido también muy enriquecedor hacer el post, con este recorrido por mi infancia. Besazos
EliminarMarcel con esta bonita historia me hiciste buscar en la trastienda de mi seco cerebro,para refrescar y rememorar personajes de la infancia. Un Saludo.
ResponderEliminarSi nos pusiésemos a escribir todos aquellos recuerdos de nuestra infancia, seguramente nos saliese un valioso libro de relatos. Un abrazo Elperroverde
EliminarPrecioso relato Marce... muy emotivo y lleno de recuerdos.
ResponderEliminarSeguro que la Tia bigotes y su hijo Pedro allá donde estén...sonrieran por ver que se les recuerda con cariño.
Un beso.
Desde luego Laura, a mi la reflexión ha sido un ejercicio positivísimo.
EliminarUn beso
Entrañable relato.
ResponderEliminarExcelentemente narrado.
Me ha encantado, Marce!
Afectuosos saludos.
Lau.
Muchas gracias por tus palabras y por tu visita. Un beso
EliminarUna historia entrañable, que refleja la vida cotidiana del pasado en el que destaca el personaje de la tía Bigotes y de su hijo. Me llama la atención que llegara a vivir debajo de un puente, que fuera capaz de sobrevivir con un hijo de la mendicidad pero lo más sorprendente es que haya aparecido la foto de este niño, es fascinante.
ResponderEliminarMe ha encantado el relato.
Un abrazo.
Gracias Valverde, estoy francamente encantado de el hallazgo de estos datos sobre un personaje de mi infancia. Verdaderamente ha sido eso, facinante. Gracias y un abrazo fuerte
EliminarNo hacen falta más datos, estas pinceladas son suficientes para sentir en lo más profundo la realidad de muchas vidas que pasan por delante de nuestros ojos y que las vemos desde el otro lado de la línea divisoria que marca la diferencia con el otro. Me ha impresionado tu relato porque no te implicas simplemente describes una realidad tan descarnada que a los lectores nos llega al alma. A la vez me has traído muchos olores, sabores, sonidos y voces que, salvando las distancias locales, me fueron también muy familiares.
ResponderEliminarUn abrazo envuelto en esos aires de recuerdos que son tan significativos para mi.
Cuanto me alegro m.p.moreno de que hayas pasado por aquí y te hayas llevado algo como tuyo. Me ha encantado tu blog, del que me he hecho seguidor. Un abrazo enorme.
Eliminarentrañable entrada, como siempre.... enhorabuena Marce!
ResponderEliminarQuerido Quique, siempre es un placer recibirte por aquí. Gracias por tu visita y es para mi importante que te haya gustado. Un abrazo
EliminarHola Marce.
ResponderEliminarLa entrada es muy bonita pero también ha tenido que serlo bucear en tus recuerdos y en la red.Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Gracias Fosi, ha sido un ejercicio de inicio con algo de pereza, pero a medida que avanzaba, el estímulo fue increschendo y de qué manera. Un fuerte abrazo y gracias por la visita.
ResponderEliminarPreciosa entrada, uno con los años siente un gran placer en rememorar y recordar antiguos recuerdos, antiguas situaciones, antiguos olores, sabores y visiones.
ResponderEliminarRealmente es algo que llevamos dentro, en silencio guardado como un tesoro, nuestro tesoro particular.
Un abrazo.
Es cierto José Manuel, hay un día en el que por ciercustancias, asociació de ideas, etc. , sientes la necesidad de plasmar en papel o escribir aquello que de repente acupa tus pensamientos. Un fuerte abrazo
EliminarEn nuestra última viñeta salimos bajo un puente, y ahora vemos tu foto del puente de las monjas. Si la hubiéramos visto antes, nos habríamos inspirado en ella para hacer el puente de la viñeta!
ResponderEliminarTu entrada de hoy inspira trisreza y ternura.
Un abrazo fuensantonero.
Es verdad Funensanta y Antón, hay un poco de nostalgia triste y ternura. He disfrutado mucho recordando y escribiendo esta entrada. Besos y abrazos.
Eliminar¡Lástima, Marce, se me ha borrado no sé cómo el comentario!
ResponderEliminarIntento rehacerlo.
También en mi infancia hubo un personaje, entonces, a la vista de la chiquillería, siniestro total.
Era renegrida, de ojos gachos siempre atentos a un tizón rusiente sobre el pegote de estaño. Sobre los pucheros y paraguas que 'repañaba' con meticuloso esmero. Jamás la miré de frente.
Solo dejaba entrever el bigote, confundido con perlas de sudor, aplicada a la tarea. Jamás a 'mi estañadora-paragüera' debió preocuparle su mostacho, que malamente disimulaba con un pañuelo, renegrido tal, anudado al cuello.
Jamás la oíamos hablar: Solo semitonaba entre triste y lúgubre sus arreglos por un par de pesetas. Jamás nuestra estañadora, renegrida y de muyyyy lejos...supo de nuestra admiración y casi casi arrobo de niños. Pero a mí, de tanto en tanto, oyéndola vocear, se me encogía el corazón de niña. Nunca supe entonces por qué. Ahora ya lo entiendo.
(la foto del hijo de 'la Bigotes', toda una joya documental. Tu artículo, soberbio, Marce)
Un abrazo grande.
Mil gracias. PiliMariaPilar por el esfuerzo de volver a reescribir la entrada, y mil gracias por el regalo de tu recuerdo, hermoso. Un fortísimo abrazo
EliminarNostálgico, repleto de recuerdos. Bonita crónica de costumbres, además de descubrir un precioso pueblo, no lo conocía.
ResponderEliminarGracias.
Me alegro Sergio de haberte descubierto este singular pueblo, entrada de la Montaña Palentina.Gracias a ti por tu visita. Saludos
EliminarMil gracias por obsequiarnos tan bellos y entrañables recuerdos vestidos de añoranza e inmensa ternura querido y admirado escritor y poeta. Muchos besinos de esta amiga admiradora que te desea con cariño feliz fin de semana.
ResponderEliminarGracias a ti por visitarme y por tus palabras. Espero hayas pasado un feliz fin de semana. Besos
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarUna entrada muy entrañable Marce. Los recuerdos de la niñez que el tiempo va tamizando dejando en nuestra memoria recuerdos llenos de nostalgia.
ResponderEliminarMe alegra mucho que hayas traído a la memoria personajes de tu niñez del pueblo y en especial de la Tía Bigotes y de su hijo. Me parece un homenaje a todos aquellos personajes que conocimos pero de los que ya no supimos de ellos. Su recuerdo es más entrañable que la vida que les tocó vivir.
Un abrazo.
Ha sido un ejercicio, Lito, casi de investigación porque los datos que me quedaban eran muy vagos. Gracias por tu visita y un fuerte abrazo
EliminarMe ha encantado el relato y mucho más sabiendo que ha formado parte de tu vida. El hijo de la Tía Bigotes tenía cara de muy buena persona.
ResponderEliminarEs hermoso recordar esos pasajes de nuestra vida, hay que mantenerlos vivos en la memoria. Gracias por compartirlo.
un abrazo.
Wersemei
Un placer verte por aquí Wersi, has vuelto de vacaciones y ya has otorgado el premio al acertijo ¿verdad?. Muy original.Gracias por tus palabras. Un beso
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarLlego a comentar esta entrada con más de dos meses de retraso...me acuerdo de mi abuela que decía San Antonio tarda pero cumple: ¡Coño, busca un santo más eficaz! decía mi abuelo...también añadía que pusiera de su parte y no esperase que viniera San Antonio,que el santo tendría más que hacer que mantener gandules...Gandula y todo, muchas gracias Marce por tenerme y mantenerme entre tus amigos y muchísimas gracias por La Tía Bigotes.
Un abrazo
Como siempre un placer Alma, nos vemos en los...Bares iba a decir (en que estaría pensando yo). Nos vemos en la red. Gracias por todo
EliminarHola, Marce: He sentido el aguijoncillo de la curiosida repasndo tu blog. Observo no has añadido entradas, tal vez debido a período vacacional.
ResponderEliminarEs igual: Aprovecho para mandarte un saludo bloggero y mi abrazo.
Mil gracias amiga PiliMªPILAR, si es verdad que con esta estación veraniega todo se ralentiza en exceso, pero tendré que ponerme la pilas. Gracias por tu siempre grata visita
ResponderEliminarHola Marce. Debías de tener problemas para seguirme porque, estás siguiendo todavía "Desvarios con la cámara" (lo veo en tu lista de blogs. Ese blo lo borré por problemas de un virus y ahora estoy en "Imaginarium" (veo que te has puesto de seguidor)el cual acabas de comentar. ¡¡Gracias!
ResponderEliminarUn beso
Marce, que paséis una buena noche.
ResponderEliminarUn abrazo.
Feliz año nuevo.
ResponderEliminarLos mejores deseos para el 2013.
Un abrazo.
Muchas gracias Lito, te deseo lo mismo para ti y tu familia
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